En la noche el run run de los motores entumece mi mente. El asiento, inexplicablemente incómodo me aleja de ésta realidad tan molesta y mi mente me abandona en medio de una turbulencia. Sueño que caigo en medio de un azul extraño, lechoso y salpicado de verde intenso, en motas que parecen surgir aquí y allá. Cayendo… un extraño silencio que no es tal me rodea, pues hay un sonido burbujeante que me mantiene en trance. Al poco, la vista me muestra un mundo azul profundo y me hipnotiza, al tiempo que me despierta todos los sentidos. Mi piel ya no es mi piel. Neopreno. Qué nombre más extraño para este cuero negro y flexible. Mis movimientos, caóticos al principio, convulsos incluso, van decayendo y se tornan suaves y fascinados. Estoy rodeado de seres fabulosos que sólo salen en las mitologías y en las historias de otros. No en las mías. Pero ahora sí. Nado en medio de gigantes como mantas que danzan a mi alrededor y de otros seres que, como yo, se visten de este extraño ropaje de ensueño, negro. Se acercan a vernos peces inmensos que mueven cadenciosamente su cuerpo sin inmutarse apenas por nuestra presencia. Será que no nos ven..., quizás no estemos aquí. Algunos de nosotros nos miramos. Me sorprendo: hay Searenas. Ellas andan acá, tras las máscaras que confunden sus rostros. Nos acompañan. Guían y se admiran igualmente de lo que encontramos. Nos mueve el mar. En torno nuestro todo es suave, mullido, hermoso y salvaje a un tiempo. Jardines multicolores ribeteados de vida se afanan en dejarse ver bajo nosotros y nosotros los recorremos confundidos ante tanta belleza. Los seres que los habitan se mueven curiosos bajo nuestras miradas y nosotros los observamos. Sabemos que es un privilegio. Hoy hay viento de azul mar, y nos lleva. Al azul, al hermoso azul. No hay temor. Estamos juntos y están ellas, las Searenas que danzan alegres a nuestro alrededor. Seres del mar, de este mar. Libres y hermosas. Quizás estén acá por algún capricho y sólo estén de paso por nuestros sueños. No importa. Nos llevan más allá. A otro azul, a más jardines. Los seres mitológicos se empeñan en aparecer en el camino que nos muestran. Como si las conocieran y salieran a saludar a un viejo amigo. Y nosotros los acariciamos de lejos, enamorados,soñando… Soñamos. El azul que nos envuelve se torna gris y, deslucido, se apaga mientras mi mente vuelve al asiento. El run run de los motores ha cesado y miro el cielo que me rodea, aquí, tan lejos del paraíso. Tan lejos del mar. No importa. Volveré a soñar. No tardaré mucho… Cuando se han probado las mieles eternas de la libertad y la belleza no se puede renunciar a ellas por mucho tiempo.
He visto Searenas.
Recuerda, linda, que ya has volado del nido.