La vida es un camino de espinas y rosas.
isilx@hotmail.com
viernes, 30 de abril de 2010
domingo, 18 de abril de 2010
viernes, 16 de abril de 2010
Territorio Longimanus
EL INCIDENTE.
Se acaba el crucero y todavía no hemos conseguido grabar a ningún jaquetón oceánico. Es el momento de probar suerte debajo de nuestro de barco, sin ninguna duda hay algo en él que está atrayendo a los tiburones. Así que después de pedir el oportuno permiso a los responsables del crucero, planificamos la inmersión de forma sencilla: nos sumergiremos a cinco metros de profundidad y navegaremos haciendo pequeños círculos, tenemos algo más de una hora para que los tiburones hagan acto de presencia.
Como siempre, la visibilidad es buena y como si de un pequeño bote se tratase vemos claramente todo el casco del barco. Lo que no vemos es el fondo, sólo Dios sabe a qué profundidad se encontrará. Hay una ligera corriente y los primeros minutos los dedicamos a nadar para no perder nuestras referencias. No ocurre nada más, y empezamos a dudar de la estrategia. Por sorpresa, vemos a Sebastien acercar la mano a su frente simulando la aleta de un tiburón y señalando hacia la superficie. Está muy lejos, pero vemos claramente cómo se desplaza entre el arrecife y el barco, hasta que súbitamente fija su atención en el grupo y se dirige directamente hacia nosotros.
Su robusto cuerpo tiene un color pardo que destaca contra el blanco de su vientre, se aproxima planeando sobre sus grandes aletas, no viene solo, le acompaña un nutrido grupo de peces piloto que parecen guiar al gran tiburón. Miro a través del visor de la cámara y pienso con inquietud cuando decidirá dar media vuelta. Con mis brazos extendidos interpongo la cámara entre él y yo, hasta que finalmente golpea el frontal con un movimiento brusco de su cabeza, se gira y se aleja moviendo con fuerza su aleta caudal. A los pocos segundos vuelve, está claro que se siente atraído por ese extraño artefacto que genera un débil campo magnético y tiene dos largos brazos que emiten luz. Estoy muy nervioso, pero no tengo miedo... hasta que un escalofrió recorre mi espalda, creo que ya son tres los tiburones que tengo a mi alrededor.
Siempre había leído que para garantizar la seguridad es necesario mantener el contacto visual con los tiburones. En medio del azul, y sin nada que cubra mi espalda, no puedo cumplir esa premisa, así que la mejor decisión es dar por finalizada la inmersión. Y es, en ese justo momento, cuando me doy cuenta de que el barco sólo es una sombra que intuyo a lo lejos. Una gran sensación de ansiedad me invade y me gustaría salir del agua a cualquier precio, pero ya es demasiado tarde, la corriente me arrastra sin piedad.
Intento controlar mi mente, pero no se me ocurre nada que logre tranquilizarme, los tiburones me están acechando y varían rápidamente su ángulo de aproximación. Hago un intento por pensar, debo tomar alguna decisión, no hacer nada es cada vez más peligroso. Sólo tengo una cosa clara, en la superficie soy todavía más vulnerable, así que subir y esperar a que vengan a recogerme queda descartado. Me imagino que me estarán buscando, ahora lo más importante es señalar mi posición y la cámara se ha convertido en un estorbo. La suelto y veo cómo se hunde en la profundidad mientras un tiburón se acerca por un última vez para golpearla. Por fin tengo mis manos libres y puedo utilizar la boya de señalización, no aparto la vista de los tiburones e intento buscarla tanteando en el lateral de mi chaleco... ¡Maldita sea! No soy capaz de encontrarla. Algo se ha enganchado entre mis dedos, creo que es el mosquetón y no consigo soltarlo. Van pasando los segundos y cada vez me encuentro más angustiado, sólo veo azul a mí alrededor. Noto un “clic”, la presilla metálica se ha separado de mi chaleco. Cojo el latiguillo de la traquea de inflado y la introduzco en la boquilla, es mi salvación, un gran globo amarillo sale disparado hacia la superficie, confió en que alguien venga en mi ayuda. Es imposible... ¡no puede ser! La boya se escapa de mi cuerpo y vuela sola hasta la superficie. He debido soltar el cierre por error, estoy perdido...
Los Longimanus se muestran agresivos y confiados, y yo empiezo a perder todo control. Debo subir a pedir ayuda, es mi única opción, ya no aguanto más. Agito mis piernas y brazos con todas mis fuerzas, solo quiero huir y salir de aquí. Mi cabeza rompe la superficie del agua con violencia y nada más salir buscó algún punto de referencia. Mis pupilas se dilatan y mi corazón se para, estoy sólo entre las grandes olas de alta mar, lo único que veo es un pequeño faro a lo lejos.
http://relatosdebuceo.blogspot.com/2009/12/115-territorio-longimanus.html
Se acaba el crucero y todavía no hemos conseguido grabar a ningún jaquetón oceánico. Es el momento de probar suerte debajo de nuestro de barco, sin ninguna duda hay algo en él que está atrayendo a los tiburones. Así que después de pedir el oportuno permiso a los responsables del crucero, planificamos la inmersión de forma sencilla: nos sumergiremos a cinco metros de profundidad y navegaremos haciendo pequeños círculos, tenemos algo más de una hora para que los tiburones hagan acto de presencia.
Como siempre, la visibilidad es buena y como si de un pequeño bote se tratase vemos claramente todo el casco del barco. Lo que no vemos es el fondo, sólo Dios sabe a qué profundidad se encontrará. Hay una ligera corriente y los primeros minutos los dedicamos a nadar para no perder nuestras referencias. No ocurre nada más, y empezamos a dudar de la estrategia. Por sorpresa, vemos a Sebastien acercar la mano a su frente simulando la aleta de un tiburón y señalando hacia la superficie. Está muy lejos, pero vemos claramente cómo se desplaza entre el arrecife y el barco, hasta que súbitamente fija su atención en el grupo y se dirige directamente hacia nosotros.
Su robusto cuerpo tiene un color pardo que destaca contra el blanco de su vientre, se aproxima planeando sobre sus grandes aletas, no viene solo, le acompaña un nutrido grupo de peces piloto que parecen guiar al gran tiburón. Miro a través del visor de la cámara y pienso con inquietud cuando decidirá dar media vuelta. Con mis brazos extendidos interpongo la cámara entre él y yo, hasta que finalmente golpea el frontal con un movimiento brusco de su cabeza, se gira y se aleja moviendo con fuerza su aleta caudal. A los pocos segundos vuelve, está claro que se siente atraído por ese extraño artefacto que genera un débil campo magnético y tiene dos largos brazos que emiten luz. Estoy muy nervioso, pero no tengo miedo... hasta que un escalofrió recorre mi espalda, creo que ya son tres los tiburones que tengo a mi alrededor.
Siempre había leído que para garantizar la seguridad es necesario mantener el contacto visual con los tiburones. En medio del azul, y sin nada que cubra mi espalda, no puedo cumplir esa premisa, así que la mejor decisión es dar por finalizada la inmersión. Y es, en ese justo momento, cuando me doy cuenta de que el barco sólo es una sombra que intuyo a lo lejos. Una gran sensación de ansiedad me invade y me gustaría salir del agua a cualquier precio, pero ya es demasiado tarde, la corriente me arrastra sin piedad.
Intento controlar mi mente, pero no se me ocurre nada que logre tranquilizarme, los tiburones me están acechando y varían rápidamente su ángulo de aproximación. Hago un intento por pensar, debo tomar alguna decisión, no hacer nada es cada vez más peligroso. Sólo tengo una cosa clara, en la superficie soy todavía más vulnerable, así que subir y esperar a que vengan a recogerme queda descartado. Me imagino que me estarán buscando, ahora lo más importante es señalar mi posición y la cámara se ha convertido en un estorbo. La suelto y veo cómo se hunde en la profundidad mientras un tiburón se acerca por un última vez para golpearla. Por fin tengo mis manos libres y puedo utilizar la boya de señalización, no aparto la vista de los tiburones e intento buscarla tanteando en el lateral de mi chaleco... ¡Maldita sea! No soy capaz de encontrarla. Algo se ha enganchado entre mis dedos, creo que es el mosquetón y no consigo soltarlo. Van pasando los segundos y cada vez me encuentro más angustiado, sólo veo azul a mí alrededor. Noto un “clic”, la presilla metálica se ha separado de mi chaleco. Cojo el latiguillo de la traquea de inflado y la introduzco en la boquilla, es mi salvación, un gran globo amarillo sale disparado hacia la superficie, confió en que alguien venga en mi ayuda. Es imposible... ¡no puede ser! La boya se escapa de mi cuerpo y vuela sola hasta la superficie. He debido soltar el cierre por error, estoy perdido...
Los Longimanus se muestran agresivos y confiados, y yo empiezo a perder todo control. Debo subir a pedir ayuda, es mi única opción, ya no aguanto más. Agito mis piernas y brazos con todas mis fuerzas, solo quiero huir y salir de aquí. Mi cabeza rompe la superficie del agua con violencia y nada más salir buscó algún punto de referencia. Mis pupilas se dilatan y mi corazón se para, estoy sólo entre las grandes olas de alta mar, lo único que veo es un pequeño faro a lo lejos.
.... para leer más, mirar link de más abajo. en cuanto sepa quien lo ha escrito lo pongo.
jueves, 15 de abril de 2010
lunes, 12 de abril de 2010
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